En un momento en el que el impacto parece eclosionar e introducirse en los discursos de muchas empresas, emprendedores, inversores, administraciones públicas y otros agentes económicos y sociales, hemos querido detenernos un momento a reflexionar sobre hacia dónde se está dirigiendo realmente esta economía de impacto y cuáles son los principales retos que va a tener que afrontar en el futuro próximo.
Y lo hacemos de la mano de expertos y referentes que forman parte de nuestra Fundación como Xavier Comas, Maite Fibla, Clara Navarro, Xavier Pont, Marcel Prunera, Daniel Sánchez y Josep Santacreu, quienes coinciden en destacar el “desarrollo orgánico acelerado” que ha sufrido este modelo económico, convirtiendo sus valores “en funciones transversales imprescindibles para la competitividad”. Pero también advierten que es muy necesario “asentar las bases” y “definir estándares comunes para evitar el impact washing” e integrar el impacto en el modelo de negocio en el mismo nivel que las finanzas o el riesgo.
“La economía será de impacto o no será y, más pronto que tarde, dejaremos de etiquetarla como tal”
La economía será de impacto o no será y, más pronto que tarde, dejaremos de etiquetarla como tal. Afortunada e irremediablemente, vamos hacia una economía dónde las decisiones considerarán el impacto generado por la actividad empresarial y pública de la misma manera que la rentabilidad financiera. Y ese vínculo intimará hasta fusionarse y dejar de hablar de impacto y simplemente hablar de economía. Los ciudadanos y consumidores son cada día más exigentes en el modelo de sociedad que quieren vivir y legar y, a la vez, qué productos quieren consumir en función del impacto que generan. Consecuentemente, las empresas deberán satisfacer dicha necesidad si quieren seguir siendo competitivas, al igual que los gobiernos, si quieren ser elegidos.
Son muchas las empresas, grandes y pequeñas, que ya han iniciado el viaje hacia la economía de impacto. Tras una primera fase de toma de conciencia y consideración de alternativas, los líderes empresariales deben comprometerse e iniciar la transformación de sus organizaciones. Esto ya no va de publicar informes de sostenibilidad ni de buenas intenciones, sino de repensar los modelos de negocio, de tener personas y equipos capaces de provocar un cambio sistémico.
La inversión de impacto debe seguir creciendo para impulsar nuevos modelos de negocio que generan disrupción y consigan que más corporaciones se sumen. La administración pública debe asumir su papel con una mayor implicación, promoviendo la sostenibilidad a la vez que exigiendo su cumplimiento.
“Por fin el impacto ha dejado de ser un nice to have para convertirse en un must“
Tras casi 15 años trabajando en pro del impacto hoy puedo decir que por fin el impacto ha dejado de ser un nice to have para convertirse en un must. Estamos viviendo una revolución social como nunca antes se había visto. Una revolución social donde el impacto es el principal protagonista y el motor que está transformando de manera radical y global nuestro sistema económico y social.
La variable impacto ya forma parte de la toma de decisiones de todos los agentes económicos junto con la variable riesgo y rentabilidad económica. Pocos son ya los inversores o las corporaciones que a la hora de tomar decisiones no tienen en cuenta los impactos positivos o negativos de estas sobre la sociedad y el planeta.
Dicho esto, aunque podamos decir que la inversión de impacto ya se ha convertido en mainstream, todavía nos quedan algunos retos importantes para los próximos años.
El primero de ellos es avanzar hacia la creación de unos estándares a nivel global que nos permitan clasificar, medir y comparar el impacto que estamos generando. Esto permitiría a los inversores poder comparar el impacto que podrían generar según el tipo de activos en el que inviertan, tal y como lo hacen con el riesgo y la rentabilidad. Porque no es lo mismo el trinomio de impacto-riesgo-rentabilidad que te ofrece un fondo de impacto, del trinomio impacto-riesgo-rentabilidad que te ofrece un fondo de ESG. Por otro lado, disponer de estos estándares comunes permitiría combatir el tan temido Impact Washing, puesto que a las empresas e inversores les sería prácticamente imposible maquillar sus impactos.
El segundo reto, que para mí también es importante, es evitar entrar en la guerra de los “buenos” y los “malos”. Si queremos avanzar hacia una economía 100% de impacto es necesario el compromiso de todos los agentes económicos, incluidos los inversores y empresas convencionales, que quieren hacer una transición hacia modelos de negocio más responsables con el medio ambiente y la sociedad incorporando criterios de ESG. Y es aquí donde los inversores de impacto debemos tenderles una mano, sin juicios de valor, sin creernos moralmente superiores, todo lo contrario, tanto la inversión ESG como la de impacto son necesarias en una economía de impacto y deben convivir. Eso sí, sabiendo diferenciar las dos tipologías y que no nos vendan gato por liebre.
Cuando empezamos Ship2B hace unos 9 años, el concepto de economía de impacto ni siquiera había sido acuñado. Los inversores nos preguntaban si hablábamos de filantropía, de RSC o de inversión socialmente responsable o ética. Años después, tanto en España como en el mundo, la economía y la inversión de impacto ha crecido exponencialmente y se está posicionando como el gran vector de innovación en el mundo financiero. Sin embargo, este aparente éxito conlleva también riesgos que no podemos ignorar. Los resumiría en tres:
- Impact washing: nos referimos a cuántas empresas o fondos de inversión que dicen alinearse con criterios ESG lo están haciendo realmente y cuántos aprovechan la falta de estándares internacionales claros y la complejidad de encontrar datos transparentes y comparables para camuflar lo que han hecho siempre bajo una capa verde.
- Sobresimplificación: me refiero a hablar de impacto sin cuestionarnos la lógica subyacente a cómo tomamos decisiones empresariales. La economía de impacto es mucho más que sostenibilidad, responsabilidad o filantropía: es una lógica económica y de gestión diferente, que busca optimizar una ecuación más compleja, el trinomio rentabilidad, riesgo e impacto. La manera de abordar el análisis y la toma de decisiones es muy distinta de lo que nos han enseñado tradicionalmente las escuelas de negocio, y está lejos de ser mainstream todavía.
- Abandono de los segmentos más sociales: hay mucho recorrido para desarrollar segmentos de la inversión de impacto que son quizás más arriesgados (por ejemplo la inversión en etapas pre-seed) o menos rentables (en proyectos impact first que escalan más lentamente y ofrecen rentabilidades moderadas). Desde Ship2B estamos siendo pioneros en España impulsando herramientas de financiación en estos segmentos, y esperamos que el interés de los inversores evolucione como lo está haciendo con el capital riesgo de impacto”.
“El riesgo ahora deviene el impacto basura, el famoso impact washing“
Si hace nueve años nos lo hubieran contado no nos lo habríamos creído. Es una historia bonita de la nada al centro de la tierra. La economía de impacto era un fenómeno emergente y minoritario. Apenas aspirábamos a que se convirtiera en un nicho de mercado, en un espacio propio de inversores y emprendedores ‘con impacto social’.
Eso sucedió muy rápido y vimos aparecer emprendedores sociales e inversores de impacto de la noche a la mañana. El viento claramente ondeaba a nuestro favor. Lo que no pudo imaginar el grupo pionero del impacto es la eclosión de los últimos dos años. De repente, la economía de impacto se situaba en una centralidad nunca antes prevista. De un día para otro, todas las empresas, emprendedores e inversores navegan en impacto. Ya forma parte de su relato y su narrativa.
El riesgo ahora deviene el impacto basura, el famoso impact washing. Todo el mundo se ha puesto el traje del impacto y cuesta distinguir al elefante de la hormiga, al elegante del maquillado, al bello del farsante. Ese es el gran reto que tenemos este 2022, avanzar en los estándares comunes que distingan la inversión de impacto de la de mentira. Los índices ESG y los mercados no ayudan mucho en esta misión y mezclan peras con manzanas y aquí nadie comprende las diferencias. Considerar inversión sostenible a Coca-Cola o Philip Morris es una aberración. Y eso está sucediendo.
¿Le pondremos remedio en el 2022? ¿Seremos capaces de ponernos de acuerdo en una taxonomía y una nomenclatura del impacto, o seguiremos en el maquillaje y las apariencias?”
“Ya no es solamente una moda o una tendencia, si no un paradigma que penetra en terrenos más mainstream”
La economía de impacto amplía sus fronteras exponencialmente, en todo el mundo y en España. En mi opinión, como ya ha pasado en otros países donde el concepto lleva algunos años de ventaja en desarrollo, ya no es solamente una moda o una tendencia, si no un paradigma que penetra en terrenos más “mainstream”.
Los proyectos, su maduración, el conocimiento, el interés, los recursos disponibles, los actores especializados… todo el ecosistema de la economía de impacto crece aceleradamente (con Ship2B como un referente imprescindible en España, no puedo dejar de decirlo). Pero más allá de este desarrollo orgánico acelerado, los principios de la economía de impacto penetran en todos los sectores económicos, y empiezan a convertirse no en un nuevo espacio que crece, si no en un paradigma a incorporar transversalmente, lo cual aumenta el impacto (valga la redundancia) de nuestro movimiento de manera radical: las compañías buscan incorporar principios de la economía de impacto en sus actuaciones generales; los fondos de inversión no especializados buscan incorporar criterios de impacto en todas (o muchas) de sus inversiones; en el discurso económico general, buena parte de los valores del impacto se han convertido en funciones transversales imprescindibles para la competitividad futura como en su día lo fueron la internacionalización, la innovación o la digitalización.
2022 será un gran año para la economía de impacto porque el concepto penetra de forma generalizada entre todos los actores económicos y la sociedad. De manera más específica probablemente en 2022 veremos más “exits” de inversiones de impacto, y veremos muchas más inversiones (otra vez con Ship2B al frente) con lo que la rueda del interés específico seguirá generando flujos positivos y foco de atención creciente.
“La economía de impacto ha pasado de ser un movimiento minoritario a ser el centro de su estrategia y de su definición de objetivos“
“La economía de impacto ha pasado en poco tiempo de ser un movimiento relevante e ilusionante, pero minoritario, a convertirse en algo que la gran mayoría de empresas, asset owners e inversores han puesto en el centro de su estrategia y de su definición de objetivos. Este desarrollo tan acelerado ha llevado a la economía y a la inversión de impacto a convertirse en uno de los pilares más importantes que tenemos como sociedad para superar los retos y aprovechar en positivo las oportunidades de nuestro tiempo. Pero, a la vez, plantea los desafíos propios de cualquier situación de hipercrecimiento.
En mi opinión, el reto para el próximo futuro pasa, sobre todo, por asentar las bases. La dinámica de crecimiento es impresionante, se observa claramente un network effect, un crecimiento que se retroalimenta. Si las bases son suficientemente sólidas, el impulsar de manera proactiva la economía y la inversión de impacto probablemente no nos tiene que preocupar en exceso, es una bola de nieve que tiene ya suficiente volumen y velocidad.
Quizás cómo única excepción a lo anterior, por la oportunidad importantísima que representa en el corto plazo, diría que hay que estar atentos durante el próximo año a que el esfuerzo que se va a hacer en inyección de fondos públicos para apoyar y ayudar a transformar el modelo económico (digitalización, transición energética, etc.) contribuya a impulsarla todavía más.
Pero lo más importante es que todos seamos conscientes de que, si fallan las bases, puede caer todo, o por lo menos perder empuje… Cómo ser rigurosos en la medición del impacto, cómo podemos distinguir de manera objetiva el impact washing del impacto real, cómo convivir con el sector público y la filantropía de manera mutuamente beneficiosa o qué límites hay que poner al crecimiento desigual para garantizar el impacto, pero sin perjudicar la escalabilidad. Estas son las cuestiones a las que los promotores e impulsores de la economía de impacto tenemos que dar respuesta si queremos que su capacidad para mejorar nuestro sistema económico y social siga creciendo.
“Demostrar que es posible y que tiene mucha potencialidad, animará a muchas otras organizaciones a tomar este camino”
Estamos ahora en un momento, después de dos años de pandemia y con un mayor conocimiento general del impacto que causan temas como el cambio climático o el empeoramiento de las cifras de pobreza en el mundo, en el que se hace evidente que hay mucho por hacer para poder ser, como decía Ban Ki-moon, la primera generación que puede acabar con el hambre en el mundo y la última que puede evitar el desastre climático. Y para conseguirlo, el único camino es que haya muchas más empresas de impacto y mucha más inversión de impacto.
En este sentido, tenemos dos ámbitos, que son diferentes pero complementarios. Por un lado, el que se promueve, por ejemplo, desde ámbitos como Ship2B, de empresas que ya nacen bajo el paraguas del impacto. Estas, que afortunadamente ya tienen una trayectoria a nivel internacional, han permitido validar el modelo como sostenible, real, una alternativa clara al modelo establecido. Y después de este período, llamémoslo de lanzamiento, yo auguro que ahora viene un momento de consolidación y de gran potencial de crecimiento.
Por otro lado, creo que viviremos un cambio en las empresas tradicionales hacia maneras de hacer mucho más orientadas al impacto social o medioambiental, poniendo más énfasis en este aspecto en sus modelos de negocio. Y también lo harán los inversores, que están incluyendo el impacto no solo en los proyectos en los que invierten, sino también en la propia operativa.
Así, en este momento que parece que todo va a favor y que parece que hay cierto consenso que este es el camino necesario y conveniente, yo creo que el reto de todo el ecosistema es hacerlo bien, dar buenos resultados y demostrar que no se trata solo de un buenismo o un camino bonito, sino que de verdad funciona. Por ello es muy necesario que empiece a haber casos de éxito y que se expliquen. Esto, hacerlo bien y demostrar que es posible y que tiene mucha potencialidad, animará a muchas otras organizaciones a tomar este camino.