Javier Goyeneche fundó, en 2009, Ecoalf, una marca de moda realmente sostenible con el objetivo de no seguir utilizando los recursos naturales del planeta de manera indiscriminada, para garantizar las necesidades de las futuras generaciones. 13 años después, se ha convertido en la marca referente en moda sostenible dentro de la industria más grande del mundo y la segunda que más contamina. A lo largo de su trayectoria, Ecoalf ha conseguido recuperar más de 1.000 toneladas de basura de los océanos, ha reciclado más de 250 millones de botellas de plástico y ahorrar, solo con la colección primavera-verano 21, más de 19,8 mil millones de litros de agua. Todo esto, junto a una facturación anual de más de 50 millones de euros, llevo a la compañía ser reconocida por los S2B Impact Awards como una de las mejores startups de impacto de nuestro país.
En esta entrevista Impact Adventurer que le hemos realizado a Javier Goyeneche, profundizamos en Ecoalf, el camino recorrido y los próximos objetivos; en la Moda, analizando los retos a los que se enfrenta en busca de la sostenibilidad; y en el Consumidor, en concreto qué papel juegan los consumidores en esta transformación.
1 | ECOALF
Ganadores de los últimos S2B Impact Awards. ¿Qué significa para vosotros este premio?
Este premio es un orgullo. Siempre recibir un premio es un orgullo, pero en este caso, como ya dije en la entrega de premios, que te lo dé Ship2B, que tiene unos valores con los que nos sentimos tan identificados, pues es doblemente orgullo
¿Por qué entraste en el mundo de la moda sostenible?
Yo tenía otra compañía de moda que se llamaba Fun&Basics, que en el 2007-2008 se vende a una compañía gallega. Y en ese momento, la verdad es que estaba un poco harto del mundo de la moda, habíamos pasado una crisis enorme, la compañía lo había pasado muy mal… y decido que me quiero dedicar a la sostenibilidad. Y me pongo a buscar en el 2008 una fundación o un proyecto que me guste, en España, para dedicarme a la sostenibilidad. No soy capaz de encontrar nada. Realmente no encuentro esa fundación con recursos para realmente hacer un impacto. Lo que me encuentro es un mundo medioambiental más de protesta que de acción. Yo entiendo que la protesta es fundamental y alzar la voz es muy importante porque hay que dar voz a los problemas, lo que pasa es que hay un momento en que hay que dar voz y hay un momento en el que hay que actuar. En ese momento había nacido mi hijo Alfredo en 2006, y en 2010 nace mi hijo Álvaro y decido ¿por qué no creo un proyecto que una sostenibilidad y moda? Y de ahí el nombre Ecoalf, ‘alf’ es por Alfredo y Álvaro, y de ahí surge la idea.
“Hay un momento para alzar la voz y hay otro en el que hay que actuar”
¿Qué dificultades os encontrasteis al inicio?
Muchas. La verdad es que muchas, por varios motivos. Al montar una compañía siempre te encuentras muchas, pero en el caso de Ecoalf recuerdo que, al principio, uno de los principales problemas era el concepto que había de reciclaje. Al final para mucha gente el concepto de reciclaje era un concepto casi peyorativo. La gente tenía la sensación un poco, cuando le contabas que voy a montar una compañía que recicla la basura para hacer chaquetas, pensaban que iba a coger el edredón viejo de la abuela para hacer una mochila. Y no, no, es que no vas a notar la diferencia. Y había ese concepto un poco de sinónimo de reciclaje con mala calidad, hippie, barato, falta de diseño. Eso nos costó mucho romperlo.
¿Cómo trabajáis ese reciclaje?
La gente es verdad que le impresiona como con una red de pesca puedes hacer esta chaqueta o cómo puedes reciclar algodón que tú tiras para hacer la lana, o cómo reciclas una botella de plástico… Al final es un tema de I+D: partes con el petróleo, haces el polímero y luego haces el hilo y nosotros hemos trabajado mucho para hacerlo desde el otro lado: cogemos un residuo que podamos convertir en polímero y con eso hacer hilo. Lo hacemos un poco al revés.
¿Algunas cifras del impacto que habéis conseguido en estos años?
Las de la última temporada serían aproximadamente unas 1.200 toneladas de CO2 ahorradas, unos 20.000 millones de litros de agua con el reciclaje de algodón y más de 4 millones de botellas recicladas. Eso en la colección que entra ahora en tienda.
¿En qué punto os encontráis ahora?
Yo creo que el momento de la compañía es muy bonito. Es un poco caótico porque estamos con muchísimos proyectos, pero lo bueno es que hay un equipazo, que yo creo que es de las cosas que más tardas en crear y ahora hay un equipo humano y profesional muy bueno y nos permite entrar en todos estos proyectos. Siempre lo hacemos con una vocación muy internacional y este año ya el 70% de las ventas son fuera de España, con lo cual, en ese sentido, muy contentos y siguiendo trabajando mucho en esa línea. Nosotros ahora, aquí en oficina, somos unos 80. Luego además lo que hay en tiendas y córners. A nivel de facturación vamos a terminar en 40 (millones). El año pasado hicimos 24, este año 40 y el objetivo de 2023 es 60 (millones de euros).
“El año pasado facturamos 25 millones, este año 40 y el objetivo de 2023 es de 60 millones de euros”
¿Cuáles son los retos para Ecoalf ahora?
Tenemos mil retos. Mil. Pero es verdad que dentro de la compañía siempre dividimos lo que es Ecoalf y lo que es la Fundación. En Ecoalf, que es simplemente una marca de moda que quiere hacer las cosas de forma diferente, hay dos retos que nos preocupan mucho: uno es la circularidad, porque nos invitan a dar muchas charlas de economía circular y yo siempre digo lo mismo, nosotros no somos economía circular, hasta que no seamos capaces de transformar todas estas prendas otra vez en polímero y en hilo y en tejido, no seremos circulares. Y ese es un trabajo en el que ya llevamos trabajando muchos años, con ecodiseño, ya hace cuatro temporadas que no mezclamos materiales, porque en el momento que tú mezclas poliéster con algodón es mucho más difícil la circularidad, somos monomaterial, ecodiseñamos… toda esa parte, pero hace falta mucha tecnología todavía para ser capaces de reciclar muchas prendas. Luego está la parte de microfilamentos que es una parte que también nos preocupa mucho. Siempre se habla de los tejidos sintéticos que mandan microfilamentos al sistema, pero no es verdad, los orgánicos también sueltan muchos y, además, vienen con tintes, con químicos, que también están soltando la lana, el algodón, etc. Nosotros ya en 2015 dejamos de trabajar con fibras partidas, el poliéster partido, que es el forro polar, que es el peor tejido que existe en la industria porque suelta 20.000 microfilamentos cada vez que lo lavas, y solo trabajamos con filamento continuo. En esta colección veréis ya que hay filamentos que no sueltan microfibras. Y luego con el tema de la Fundación, nuestra obsesión es el océano y ahí tenemos nuestro proyecto ‘Upcycling the Oceans’, que empezó en España con tres pescadores y ya son más de 3.000 que ya han sacado más de 1.000 toneladas del fondo del mar. Ahora queremos replicarlo a todo el Mediterráneo. Hemos firmado 17 puertos en Grecia, hemos firmado los primeros puertos en Francia, ahora en Italia… y la idea, como objetivo, es trabajar con 10.000 pescadores para el 2025, en el que sería probablemente uno de los mayores proyectos de limpieza, sino el más grande, del Mediterráneo.
2 | SECTOR DE LA MODA
¿Cree que se está produciendo una transformación real en el sector de la moda?
Yo creo que es muy importante que sea real. Es fundamental. Nosotros siempre decimos en Ecoalf que el gran cambio va a venir cuando los grandes, que son los que tienen los recursos, que son los que tienen los equipos, que son los que tienen el volumen, lo hagan en serio. No sirve de nada, en el caso de la moda, que los grandes saquen una colección-cápsula sostenible si el otro 98% no es sostenible. Ellos son los que tienen esa capacidad transformadora tan importante, con lo cual, ojalá sea real, ojalá se lo tomen en serio.
“Los grandes son los que tienen la capacidad transformadora, ojalá se lo tomen en serio”
¿Cómo tiene que trabajar el sector para ir hacia modelos más sostenibles?
El problema del mundo de la moda es que, en un porcentaje muy grande, está liderado por el fast fashion. El fast fashion no es sostenible como concepto. Da igual que utilicen un tejido sostenible, es que el concepto, el modelo de negocio que hay detrás del fast fashion no es sostenible, porque está basado en un compro-tiro, compro-tiro, una moda nueva cada jueves, descuento, promoción, Black Friday… Muy poca calidad y mucha cantidad. Esto lo que está creando es un destrozo enorme. Lo veíamos hace poco, la mayor compañía de algodón del mundo quemando 4.000 hectáreas de bosque en Etiopía para plantar algodón. Estamos quemando los bosques para plantar algodón para hacer camisetas de 5 euros que van a terminar en un vertedero. Eso no es sostenible. Primero porque no hay suficiente agua en el mundo -cada camiseta se lleva 2.500 litros de agua-, porque no va a haber suficientes vertederos y porque, desgraciadamente, no va a haber suficientes bosques. Lo que no funciona es el modelo.
“El fast fashion no es sostenible como concepto. La poca calidad y mucha cantidad está creando un destrozo enorme”
La legislación en este ámbito, ¿es suficiente?
Yo creo que desgraciadamente la legislación está yendo muy por detrás de las necesidades. Creo que pasa en España y pasa en Europa. Al final la legislación está llegando tarde. Creo que, al final, no tenemos que esperar a que llegue la ley, las empresas tenemos que hacer un esfuerzo por salir de nuestra zona de confort, por tomar decisiones difíciles y por poner ese producto en el mercado que haga las cosas de forma diferente. Porque cualquiera puede hacer un edificio, pero ¿cómo es de eficiente a nivel energético? No porque la administración te obliga a hacer un edificio eficiente, sino, no lo hago. No, deberías hacerlo. Cualquiera es capaz de hacer una camiseta, ahora, ¿qué huella deja en el mundo esa camiseta? No porque me obliguen, sino por un tema de responsabilidad. Yo creo que las compañías tenemos que tomar la iniciativa y luego, insisto, creo que los clientes y los consumidores tienen mucha más fuerza de la que imaginamos.
3 | PAPEL DEL CONSUMIDOR
¿Qué papel juega el consumidor en este cambio de modelo?
Creo que es fundamental. Muchas veces lo oigo “bueno, es que lo que yo haga no va a afectar” y sí va a afectar. Porque al final, si los consumidores van en una dirección, van a obligar a las compañías a ir en esa dirección o si no se quedarán fuera. Tienen muchísima fuerza. Por eso yo creo que cada acto de compra que están haciendo está marcando una dirección que es importante. Muchas veces cuando te invitan a dar una charla a las universidades te encuentras con un público joven que es muy activista, pero quiere seguir comprando 20 camisetas de 5 euros al año. Pues esto no es posible. Tienes que decidir: ¿Qué hacemos? Compra menos. Es que no necesitas 20 camisetas. Al final yo creo que hay que empezar a tomar decisiones.
“Cada acto de compra que están haciendo está marcando una dirección que es importante”
¿Por qué es importante que los jóvenes tomen conciencia?
Yo creo que la gente joven de lo que tiene que concienciarse es de que lo que estamos haciendo ahora va a tener consecuencias sobre el planeta que van a recibir ellos. Ellos tienen que ser los primeros concienciados con que cada decisión que tomen les va a volver. Esto, cuando dicen, ¿cómo ves el 2050? Depende de lo que hagamos de aquí a 2050. Si seguimos talando miles de hectáreas de bosque para hacer camisetas que van a acabar en el vertedero, pues esto pinta mal. Si seguimos tirando 16 toneladas de basura al océano cada minuto, pues esto pinta mal. Yo creo que hay que empezar a reaccionar y en el tema de consumo responsable es donde invertiría muchos recursos porque vamos a ser dos billones de habitantes en 2050. Es que somos 150.000 personas más en el mundo al día, es que no hay suficientes recursos ni suficientes vertederos, ni suficiente agua. Y esto tiene un límite. Este cuarto lo puedes llenar de basura hasta que explota. Cuando explota ya no cabe más.
El precio puede ser un freno al consumo responsable, ¿cómo se puede solucionar?
Hay muchas formas. Primero, cuando nosotros vamos a hacer esta zapatilla, que todo es reciclado, pues el cordón, llevamos a encargar 3.000 cordones por color con poliéster reciclado, pues tiene un precio. Si toda la industria estuviera haciéndolo de esa forma, el cordón tendría otro. Esto ha pasado con los móviles, ha pasado con muchas cosas. Al final el volumen ayuda. Por eso digo esa capacidad transformadora de los grandes grupos, que son los que tienen el volumen. Entonces ahí hay una parte, cuanta más gente vaya en esta dirección, probablemente mejoraremos. Luego también yo creo que nos hemos acostumbrado a pagar un precio que no es real. Una camiseta que vale 4,90 en una tienda en Gran Vía que mide 3.000 metros cuadrados, que tiene 200 empleados y que tiene que pagar luz, alquiler… imaginaros lo que ha costado esa camiseta en origen. Ha costado céntimos. Eso no es sostenible ni para el que la ha fabricado ni para el planeta. Creo que también nos hemos metido en una vorágine de quiero comprar mucho muy barato, que al final no es el precio real de las cosas. Y está pasando en el campo. Se está pagando a los agricultores un precio por los limones, un precio por los productos que producen, que prácticamente no les permite pagar sus costes. Yo creo que lo que tenemos que ponerle es probablemente un precio razonable y es verdad que a lo mejor lo que hay que hacer es comprar menos. El otro día lo contaba en unas charlas en Telva que recuerdo que con 17 años había una marca que me encantaba que se llamaba el Charro, que era muy cara, y recuerdo ahorrar durante 7 u 8 meses para comprarme un vaquero del Charro. Tenía ese sueño, me gustaba ese vaquero, ahorraba y me lo compraba. Hoy en día nos hemos acostumbrado a quiero algo ya, ya, ya, barato, compro 30, me da igual, lo utilizo un mes, lo tiro… y eso es lo que no es sostenible.