En esta nueva entrevista #ImpactAdventurer nos acercamos al ecosistema emprendedor, la innovación y las historias que hay detrás de empresas y startups de la mano de la periodista Mar Galtés. Durante sus 27 años en la sección de Economía de La Vanguardia, fue redactora de referencia para el tejido empresarial catalán y el ecosistema digital, siguiendo de cerca la evolución y transformación de centenares de compañías, que ahora recoge en su libro “Barcelona Startup. Historia e historias del mayor ecosistema digital y tecnológico del sur de Europa”. Actualmente, Mar Galtés sigue vinculada al ecosistema digital barcelonés como directora de desarrollo corporativo en Barcelona Tech City.
El último informe Startup Heatmap Europe vuelve a situar Barcelona como la tercera ciudad preferida para las startups, a Madrid como la 11ª, Valencia en el número 43 y Mallorca en el 56. ¿Cómo consigue España ese posicionamiento?
Vivimos en un momento de transformación del modelo económico en el que Barcelona se está convirtiendo en un caso de éxito a nivel internacional como hub digital y tecnológico. En la fórmula del éxito de Barcelona hay un componente muy importante que es la calidad de vida, que hace que sea más fácil atraer el talento de cualquier lugar del mundo. Esta fórmula está ayudando o siendo utilizada por otras ciudades y otros hubs en este proceso de desarrollo hacia un nuevo modelo económico.
¿Cuál es el diferencial de Barcelona?
Entiendo que es un tema, sobre todo, de madurez. El ecosistema digital de Barcelona tiene 20 años, pero se desarrolla en base a una tradición histórica empresarial y comercial. Barcelona, como capital de Cataluña, tiene un histórico de siglos de desarrollo de comercio y de industria que sienta las bases para que sea una ciudad muy cosmopolita.
Aunque ahora parece obvio, hace unos años aquí, en el propio país, no era tan evidente la relevancia de ese posicionamiento. ¿Por qué cuesta tanto que los propios ciudadanos se crean el valor que, por ejemplo, una ciudad como Barcelona, aporta al mundo?
Aquí tenemos cierto complejo, siempre nos creemos que la innovación o los grandes desarrollos tienen que venir de Estados Unidos porque aquí no somos capaces de crear. Pero no es verdad, hay un ejemplo que es el de la Sagrada Familia: no hace tantos años la gente local se reía cuando veíamos a los japoneses pasearse por el Paseo de Gracia o por la Sagrada Familia haciendo fotos, y después hemos descubierto que es un patrimonio universal que tenemos el lujo de tener aquí. En el tema tecnológico nos pasa un poco lo mismo, tenemos algún gran caso de éxito que ni sabemos que existe, que es local y que, si fueran empresas de otro país, se estudiaría en las escuelas.
“En nuestro país tenemos casos de éxito tecnológicos que no sabemos que existen y que, si fueran de otro país, se estarían estudiando en las escuelas de todo el mundo”
Y todo este ecosistema se desarrolla en muy poco tiempo…
A nivel de contexto, el ecosistema de Barcelona no es una flor que acaba de nacer, se ha ido desarrollando a lo largo de más de 20 años. Pero es verdad que hasta el año 2016 no había conciencia en la ciudad de que esto estaba pasando. Y voy a poner algunos ejemplos. En el año 2000, se celebró en Barcelona la que se llamó la primera cumbre mundial de Internet, que organizó una empresa americana que se llamaba The Industry Standard. En ese congreso estaban grandes empresas del momento, pero no había ninguna local porque no había y, prácticamente pasó de espaldas a la ciudad. En 2013 se crea la asociación Barcelona Tech City, que es la primera vez que se organiza de alguna manera el ecosistema emprendedor, y cuando en 2016, Barcelona Tech City inaugura el Pier 01 en el edificio de Palau de Mar, es la primera vez que se tangibiliza ese ecosistema, que la ciudad se da cuenta de que hay más de mil personas trabajando en algo que no tenemos ni idea de lo que es, pero que tiene impacto en todo el mundo. Y el siguiente punto que hace el clic a nivel europeo es cuando, en otoño de 2017, el fondo de inversión británico Atómico publica un informe que dice, por primera vez, que Barcelona es la tercera ciudad favorita para los emprendedores europeos para montar sus startups. Es a partir de estos momentos cuando el relato de la innovación en Barcelona se empieza a generalizar y se lo empiezan a hacer suyo los políticos, las instituciones y las empresas.
Más allá de la tecnología y el digital, ahora surge un nuevo ecosistema de la economía de impacto. ¿Es la próxima revolución?
Lo que estamos viendo es que cada vez los conceptos asociados a la economía de impacto empiezan a impregnarse de todos los modelos. Yo creo que tenemos que aspirar a que llegue un momento que no haya proyectos que no tengan algún tipo de impacto o que, al menos, no sean neutros en conceptos de sostenibilidad o de bienestar de las personas. Empieza a ser mucho más importante cada vez en el relato de las nuevas compañías, tanto porque lo exige el consumidor y porque lo exige el talento que va a trabajar. Hay ciertas cosas que las nuevas generaciones ya no están dispuestas a aceptar ni como empleados ni como consumidores. Entonces, yo creo que, bajo el paraguas del impacto, de estos nuevos valores que no deberían ser nuevos, se están generalizando, por suerte, cada vez más, en todo tipo de proyectos de forma transversal.
“Los conceptos asociados a la economía de impacto empiezan a impregnarse en todos los modelos de forma transversal”
¿Hacia dónde crees que evoluciona el ecosistema de Barcelona?
Creo que, si evoluciona en buena dirección, como creo que va, hacia lo que tenemos que ir es hacia una consolidación, hacia empresas más grandes, más internacionalizadas y más integradas con la industria tradicional para que, al final, el impacto en la economía real o en puestos de trabajo y el impacto en la sociedad sea el máximo posible.
“El ecosistema emprendedor debe caminar hacia una consolidación, crecimiento, internacionalización e integración con la industria tradicional”
En el libro comentas que, a veces, pensamos que las empresas vienen de los Estados Unidos y que no le damos importancia a los referentes locales. ¿Por qué sucede esto?
Creo que al final es un tema cultural que, como sociedad, no sé si es un tema del sur de Europa o es un tema más local de aquí, pero tenemos ciertos complejos y, como no tenemos una gran tradición tecnológica o con gran industria que haya justificado desarrollos tecnológicos, pues no nos acabamos nunca de creer que podemos hacer bien las cosas. Pero cuesta poco encontrar algunos ejemplos en los que realmente hemos sido pioneros como país, en algunos inventos, en algunos desarrollos tecnológicos.
¿Alguno de esos ejemplos?
Hay un ejemplo muy gráfico. La empresa Fractus es una empresa que se creó en la Universitat Politécnica (UPC) en el año 2000 y que prácticamente nadie conoce, y, en cambio, todo el mundo que tienen un teléfono, tienen algo de su tecnología. Fractus fueron los inventores de la antena fractal que permitió que las antenas físicas de los móviles, aquellas que incluso en algún momento se alargaban, desaparecieran hace 10 o 15 años gracias a la tecnología de antenas fractales de esta empresa catalana. Cuando se dieron cuenta de que en el mundo había muchos más teléfonos con sus antenas que las que ellos realmente vendían, y vieron que les estaban copiando, tuvieron que evolucionar su modelo de negocio y pasarlo a la propiedad intelectual. Si fuera una empresa de Israel o de Estados Unidos, se estudiaría en todos los libros de colegio del país y la gente estaría orgullosa de decir que es del mismo país que Fractus.
La crisis del cambio climático primero y la pandemia ahora, han evidenciado la necesidad de un cambio de modelo hacia negocios más de impacto. ¿Se está reflejando esto en la práctica?
Es una necesidad que viene por varios frentes: lo exigen cada vez más los consumidores, lo exige el talento a la hora de trabajar. Y lo vemos, por ejemplo, en el boom o en un resurgimiento de empresas que ofrecen nuevas soluciones en temas de salud, pero también en temas de urbanismo o de movilidad, que al final tienen un impacto en la sociedad porque están resolviendo problemas reales. Si solucionas un problema de movilidad de los atascos de las ciudades acaba traduciéndose en menos contaminación y mejor calidad de vida. Al final, los retos sociales o los problemas que hay que resolver, son necesidades de impacto. Cada vez más las tecnologías se dirigen a solucionar problemas importantes y quizás el primer paso fue de adaptación de las tecnologías para cosas más triviales, pero una vez superado, una vez que todos ya sabemos comprar online podemos centrarnos en resolver otras problemáticas.
“Cada vez más las tecnologías se dirigen a solucionar problemas importantes y, quizás, el primer paso fue de adaptación de esas tecnologías y de aprendizaje para el usuario”
Ya en el libro habla de algunos ejemplos de emprendimiento de impacto como Holaluz, Socialcar, Deliberry, Boolino o Cocunat, pero sin hacer mucha referencia al concepto impacto. Ahora ese concepto parece que está de moda. ¿Han sabido las startups poner en valor ese diferencial de impacto social y medioambiental?
Quizás al principio, cuando empezaron a salir propuestas de impacto, era como muy novedoso y donde se ponía mucho el foco era en que eran de impacto, y no tanto en lo que en realidad solucionaban. A medida que va consolidándose el sector y que la sociedad va demandando cada vez más que estos valores estén presentes en todas las compañías, el hecho de impacto ya no es el único diferencial, sino que hay que buscar también una rentabilidad detrás, que se justifique todo el modelo.
También hablas en el libro sobre cómo las grandes empresas llevan tiempo atrayendo centros de innovación a Barcelona. ¿Esto potencia la colaboración empresa-startup para potenciar esa innovación?
El hecho de que las corporaciones instalen aquí centros de innovación y de desarrollo lo que hace es aumentar el tamaño del ecosistema, tener más gente trabajando de estos perfiles. Esto tiene varios efectos: por un lado consigues que se creen empresas alrededor de servicios, vas haciendo mayor el ecosistema, pero también fomentas que salgan otros emprendedores que, a su vez, retroalimentan el ecosistema con nuevos proyectos. Las grandes empresas pueden hacer de tractores, pero al mismo tiempo encontramos el caso inverso, cuando son las startups las que tienen que ser tractoras, desde la innovación, de las grandes corporaciones. Las grandes corporaciones tienen muchas veces los recursos y el conocimiento del problema o de las necesidades del mercado, y las startups tienen la velocidad, la flexibilidad, la rapidez y las ideas para darles soluciones a estos problemas. Entonces, de las sinergias que salen entre corporaciones y startups es cuando se produce esta magia de la innovación y de la disrupción.
“De las sinergias que salen entre corporaciones y startups es cuando se produce la magia de la innovación y de la disrupción”
Ha costado mucho que los medios de comunicación dieran cabida a la información de las startups. ¿Está cambiando la tendencia de los medios respecto a las startups?
Al final los medios son un reflejo de la sociedad y hace 10 o 15 años, hablar de emprendedores era muy raro. Cuando llegaron los fundadores de eDreams a Barcelona en el 2000, eran jóvenes empresarios que creaban una empresa de Internet, pero no eran ni emprendedores ni montaban una startup. Este vocabulario lo incorporamos quizás a partir de 2010-2012.
Si no es del Ibex cuesta de vender, si no factura más de 6 millones no tiene cabida… Salir en prensa para una startup no es tan fácil…
Esto también ha cambiado. Al principio, hace 15 o 20 años, cuando yo empecé a escribir de startups, asumíamos un riesgo porque nos estaban contando algo con unas métricas y con unos objetivos que no tenían nada que ver con los criterios con los que los periodistas en ese momento seleccionábamos la información, que eran empresas con un recorrido, con un tamaño, con unas ventas. Te venían empresas que no facturaban nada, que no habían vendido todavía nada y que no los conocía nadie… Era muy difícil encontrar un motivo para explicarlo. Poco a poco, al ir avanzando, íbamos encontrando las razones de explicar los nuevos modelos de negocio que surgían a partir de aplicar la tecnología y cada vez iba habiendo más recorrido y más métricas que justificaban hablar de estas empresas.
“Hace 20 años los periodistas asumíamos un riesgo al escribir sobre startups porque eran empresas que no facturaban, no vendían y no conocía nadie”
En este contexto, ¿cómo los emprendedores pueden atraer la atención de un medio?
Atraer la atención de un periodista no es tan diferente de cuando un emprendedor tiene que pensar cómo va a captar la atención de un inversor o de un cliente. Hay que hacer un ejercicio de pensar qué necesita la persona a la que le está vendiendo el tema. Un inversor quiere que le cuentes tu modelo de negocio, cómo va a funcionar y cómo él va a recuperar y va a ganar mucho dinero contigo. Un cliente quiere que le vendas un producto que le va a solucionar la vida. Y un periodista quiere que le vendas una gran historia con la que va a poder atraer la atención de sus lectores y ser diferencial en su medio. Al final, primero hay que entender esto, y una vez entiendes este objetivo, hay que construir un relato interesante.
“Atraer la atención de un periodista no es tan diferente a cuando un emprendedor tiene que pensar cómo va a captar la atención de un inversor o de un cliente”
¿Se está cambiando el enfoque de la comunicación de los números al propósito?
Me cuesta poner etiquetas de propósito, etc. Al final yo creo que hay que ser transparente y honesto. Hablar de propósito o crearte un propósito si después no lo cumples, no sirve de nada. Y, a veces, no le pones la etiqueta y no hablas de propósito, pero con tus actos demuestras que lo tienes. Al final, y creo que esto pasa en la vida en general, también en el crecimiento de las startups, debemos intentar marcar un camino, ser honestos y ser coherentes en lo que se dice con lo que haces. Esto es lo que hace diferencial el éxito que puedas tener.