Isabelle Le Galo comenzó su carrera profesional en el sector de la salud, trabajando en el empoderamiento de las organizaciones de pacientes y, a lo largo de sus 18 años de experiencia, ha trabajado en fundaciones de distinta índole: corporativas, de acción social y distributivas. Actualmente es directora para España de la Fundación Daniel y Nina Carasso, además de una innovadora reconocida en el papel de la filantropía y la inversión de impacto para promover el cambio sistémico, la colaboración sectorial y el uso de las herramientas de financiación para impulsar una teoría de cambio claramente definida. Un recorrido y un propósito que la convierten en una interesante #ImpactAdventurer. ¿Nos acompañas a conocer su trabajo más de cerca?
¿Cuál es la misión de la Fundación Daniel y Nina Carasso y cómo trabajan para alcanzarla?
La Fundación Daniel y Nina Carasso es una fundación familiar, patrimonial, una fundación de mecenazgo, y su misión es financiar y acelerar la transición de nuestra sociedad, del sistema en su conjunto, en dos materias concretas: en alimentación sostenible y en arte ciudadano. El objetivo de la alimentación sostenible es que toda la cadena de la alimentación, desde la producción, pasando por la transformación, el consumo, la gestión de residuos, etc., sea sostenible de manera holística, es decir, sea sostenible a nivel medioambiental, a nivel de salud de las personas a corto y largo plazo, a nivel social y a nivel económico. En cuanto al arte ciudadano, es un arte que consideramos debería de estar accesible por parte de toda la sociedad, y un arte muy en conexión con los procesos de educación, los procesos de investigación, etc., porque ayuda a fomentar un espíritu crítico, constructivo e imaginativo frente a los retos contemporáneos de hoy.
Su visión de la filantropía va más allá de la donación. ¿Qué les aportan y que les exigen a los proyectos que entran en sus programas?
Sí, nuestra visión de la filantropía va más allá de la donación. Por ello, cuando seleccionamos proyectos buscamos que cumplan una serie de criterios como la capacidad de diagnóstico, que entiendan bien cómo se insertan en el ecosistema y qué es lo que quieren solventar, qué solución aportan, cómo lo van a hacer, cuando es posible también que tengan capacidad de analizar su impacto y, luego, evidentemente, que aporten mucho valor a las personas en materia de alimentación sostenible y de arte ciudadano, y a la transición también de todo el sistema, que es un sistema complejo.
Si estamos hablando de cambiar el sistema, no lo podremos hacer solos, lo tenemos que hacer todos juntos
Hace un par de años decidieron tomar una pausa en las convocatorias para analizar su recorrido y ver dónde estaban las palancas de cambio sistémico. ¿Cómo les ayudó ese análisis a mejorar sus procesos?
Sentíamos que necesitábamos dar un pasito atrás para pensar. Pero en realidad de pausa nada, fue de muchísimo trabajo, pero aprendimos un montón. Nos aportó muchas innovaciones: a nivel de gobernanza interna hemos incorporado dos menores de 28 años al Patronato, porque sentíamos que necesitábamos conectar más; hemos puesto en marcha un comité de dirección interno que nos permite ser más ágiles; hemos desarrollado una teoría del cambio aplicada a cada una de nuestras dos líneas, que nos permite priorizar muchísimo cómo estamos avanzando; hemos puesto el foco en tres campos que no abarcábamos de manera tan ambiciosa, o tan inteligente quizás: uno es la comunicación y difusión de lo que hacemos, otro es la incidencia política, y el tercero es la evaluación de impacto
Su apuesta por la medición y gestión en base al impacto social es elevada, ¿qué nos puedes contar de ella?
En materia de medición de impacto la verdad es que hemos ido explorando desde los inicios. Hemos desarrollado programas de evaluación de impacto específicos para cada proyecto con ayuda de distintos socios que colaboran para poder documentar bien qué es lo que cambia un proyecto en su seno, con sus beneficiarios, con las personas con las que interactúan y también de manera un poquito más ampliada, en el ecosistema cercano. Hemos explorado también formaciones de autoevaluación para los proyectos, que han sido muy interesantes creando las que conocemos como Boussole y Syalinnov.
Una medición y gestión del impacto que involucra mucho a los equipos…
Hemos ido aprendiendo que realmente es muy importante desarrollar la participación, es decir, ¿el impacto dónde está? En las personas: las personas del equipo, las personas del proyecto, las personas del ecosistema… Para que las personas hablen de lo que están aprendiendo y lo hagan desde lo que pueden considerar éxitos o fracasos, trayectorias que son diversas… es muy importante un ambiente de confianza. Frente a esta medición del impacto, el primer paso es crear un ambiente de muchísima confianza y con la conciencia y la humildad de que aprendemos juntos, aquí no hay nadie que pueda dar lecciones, estamos aprendiendo juntos cómo es el camino de esa transición. Con ese ambiente de confianza conseguido, hacemos procesos de recogida participativa de aprendizajes con los proyectos y, en base a esto, publicamos lo que vamos aprendiendo. Una vez que tenemos este material disponible, nos planteamos la cuestión de la difusión y la viralización: qué formato tiene que cobrar esa información para ser verdaderamente útil, ser un saber verdaderamente útil a otros agentes del ecosistema que también se plantean la misma problemática de transición y también son necesarios para ella.
La cooperación entre entidades muy diversas, multisectorial, entre activismos, tendencias más mainstreams, es un elemento esencial de esa transición
Su filosofía es trabajar en conjunto, buscando no solo que cada uno de los proyectos en los que invierten tenga impacto, sino que en conjunto puedan multiplicarlo. ¿Cómo miden ese impacto conjunto y qué resultados están obteniendo?
Efectivamente, la cooperación entre entidades muy diversas, multisectorial, entre activismos, tendencias más mainstreams, es un elemento esencial de esa transición. Solos no lo vamos a conseguir, lo tenemos que conseguir todos juntos. Y todos juntos somos algunos de la economía social y solidaria, partiendo de asociaciones o de un compromiso social muy importante desde siempre, y otros que son de un mundo de una economía más tradicional donde el factor social no es tan importante. Lo interesante es que los dos se están migrando hacia un lugar un poquito más cercano y ahí hay varios roles que tiene que jugar el mundo de la filantropía. Nosotros actualmente no medimos, exactamente, el valor diferencial de la receta de esa mezcla de agentes porque es muy complicado. Estamos con un programa piloto de medición sistémica del impacto en nuestros programas de donaciones y tenemos un programa también de acompañamiento del impacto social en un fondo de inversiones de impacto social. Esas son las dos metodologías que estamos movilizando para identificar el valor añadido de ese puente entre mundos diferentes, que estamos intentando construir para poder avanzar juntos, de manera decisiva, en esas transiciones.
¿Por qué la Fundación apuesta por la inversión de impacto?
La Fundación apuesta por la inversión de impacto, tengo ganas de decir “porque no tiene opción”. Realmente lo que tenemos es un patrimonio y, en base a su rentabilidad económica, organizamos un programa de donaciones. No tendría sentido que ese patrimonio invertido no tuviera algún grado de coherencia con lo que estamos defendiendo desde el lado de las donaciones.
El concepto Venture Philanthropy –apoyo financiero acompañado de asistencia técnica a proyectos de alto impacto social a largo plazo, a veces en forma de donación, pero otras en forma de préstamo blando o inversión de capital paciente con rentabilidad concesional- puede ser interesante ¿Cree que las fundaciones deben apostar por el mismo?
Yo creo que las fundaciones sí, decididamente, deben de entrar en el mundo de las inversiones de impacto. En realidad, lo más arriesgado a nivel de capital que pueda hacer una fundación son las donaciones, ahí sí que se da el dinero y nunca más vuelve. En cambio, con cualquier otro sistema de tipo préstamo o de tipo inversión, realmente hay posibilidad de que este capital vuelva para volver a ser invertido, para volver a servir a la causa social.
Desde Daniel y Nina Carasso, ¿trabajáis algo en esta línea?
Desde la Fundación trabajamos mucho en esa línea. Desde 2015 estamos imponiendo criterios de coherencia entre las inversiones del capital, del patrimonio, y las líneas de trabajo a modo de donación. Actualmente tenemos un fondo llamado PRI, muy enfocado a nuestras dos líneas de acción de alimentación sostenible y arte ciudadano, y también otros dos programas con rentabilidades económicas y sociales muy interesantes. En total, esas inversiones ocupan el 15% de todas las inversiones que podemos tener, y todo sigue criterios ambientales, sociales y de gobernanza, que son los que ha definido Carasso, mucho más exigentes que los generales del mercado.
Los criterios ambientales, sociales y de gobernanza que hemos definido desde Carasso son mucho más exigentes que los generales del mercado
Y de cara al futuro, ¿queréis seguir impulsando este tipo de inversión?
No descartamos seguir creciendo en esta dirección, porque el mundo financiero nos da señales de que el compromiso con lo social, con la gobernanza, con lo medioambiental, es algo que aporta credibilidad a esos activos financieros. Por otro lado, otra área donde estamos procurando innovar tiene que ver con lo que llaman fondos de arranque, que son como fondos para financiar estadios muy prematuros de las iniciativas, para cuidar esa capacidad del ecosistema de ver brotar, de hacer emerger iniciativas interesantes. Aquí en España esa fase está muy al descubierto y se traduce en una infertilidad del ecosistema que hay que trabajar entre todos.
Habéis participado en la iniciativa Fondo de fundaciones promovida por Open Value Foundation y Anesvad, en colaboración con Fundación Ship2B. ¿Cómo ha sido la experiencia?
La experiencia del Fondo de Fundaciones ha sido fantástica. Yo decidí participar porque me gustaba muchísimo la idea de que fuera un proceso de aprendizaje entre pares muy dispares, entre fundaciones muy diferentes en su experiencia en materia de inversiones de impacto y también porque las fundaciones que lo proponían lo hacían desde la generosidad absoluta. Luego porque creo que siempre tenemos que aprender de los demás, y la verdad es que hemos aprendido mucho. Y también sentía que yo podía aportar una parte de esa defensa exigente de lo que es el impacto social, porque en el mundo de las inversiones, una vez que entras, hay mucha gente habla de impacto social, pero no todo el mundo lo habla con la misma experiencia que podemos tener en el sector fundacional, de tener décadas a nuestras espaldas de estar trabajando el impacto social, la resolución de las causas sociales, la transformación social profunda.
Debería haber más fundaciones que apoyaran iniciativas en estadios prematuros, porque mañana serán muy interesantes para inversión de impacto
La apuesta por la inversión de impacto ha sido tal que habéis llegado a impulsar un comité de sourcing. ¿Cuál es el objetivo de esta iniciativa?
Efectivamente, en España hemos creado un comité de sourcing que tiene dos misiones. Una, identificar iniciativas en las que podamos invertir directamente desde Carasso, en cualquiera de las tres herramientas de financiación de las que hemos hablado antes, porque no está siendo tan fácil, tan ágil, tan rápido, el flujo de oportunidades para poder identificar donde podemos aportar. Y, el segundo objetivo de este grupo, es reflexionar, es como un embrión de cooperación sectorial, fundacional, entre entidades que nos dedicamos a la inversión de impacto, para pensar donde están los vacíos, donde están los riesgos, donde están los problemas de nuestro ecosistema.
Lleva mucho tiempo vinculada a diferentes fundaciones y proyectos sociales. ¿Cómo ha evolucionado el tercer sector en los últimos años? ¿En qué punto se encuentra ahora?
Creo que el Tercer Sector ha vivido dos crisis muy grandes, la del 2008 y la actual, que lo han dejado muy despoblado en realidad. Pero sí veo en los últimos tres o cuatro años muchísima profesionalización y muchísima más capacidad de conectar, de estar en red, de intercambiar entre fundaciones, de querer aprender juntos.
Se habla mucho de trabajar en conjunto y colaborar como sector. ¿Se está consiguiendo?
Yo creo que poco a poco se está consiguiendo. Tenemos que seguir trabajando en esa dirección. No es una dirección muy natural, ni dentro de este sector, ni dentro de ningún otro, y creo que tiene que ver con lo que somos los seres humanos profundamente. Estamos hablando de cooperar, no estamos hablando de conversar y tomar un café. Estamos hablando de realmente abrir las entrañas, explicar cómo es la situación, buscar soluciones juntos. Eso requiere muchísima confianza y la confianza requiere tiempo.
La cooperación no se improvisa, se prepara y se trabaja. Eso requiere mucha confianza y la confianza requiere tiempo.
Más allá del propio sector, ¿cómo se puede articular la colaboración entre fundaciones y empresas?
Hay varias respuestas a esa pregunta. Una es desde las metodologías de cooperación que en las fundaciones hemos puesto en marcha. La cooperación no se improvisa, se prepara y se trabaja. Y no es inmediata, no se puede cooperar desde el sentarse en tres reuniones de cuatro horas. Esto no funciona, hay que dedicarle tiempo a comprenderse, a conocerse, a quererse, a que haya confianza. Y a partir de ahí podemos empezar a encontrar los puntos de conexión para poder construir algo que realmente es común. ¿Cómo lo podemos hacer? Pues poniéndolo en marcha ya. Y yo invito a todos los demás sectores a apoyarse en las fundaciones, a apoyarse en el sector fundacional para sentarlo a las mesas de conversación y de ideación de las distintas soluciones que estamos intentando diseñar hoy en día.
Hay que sentar al sector fundacional en las mesas de conversación e ideación de las distintas soluciones a las problemáticas actuales.
También se habla mucho de hacer sostenibles y escalar proyectos sociales, ¿qué opina de ello?
Estoy de acuerdo en que es necesario ayudar a la autosostenibilidad de los proyectos. No estoy necesariamente siempre de acuerdo con el cambio de escala de un proyecto dado, estoy de acuerdo con la transición desde la suma de los proyectos, que a veces es un poquito diferente.
Empecemos por la autosostenibilidad…
Es necesaria: las subvenciones públicas han bajado, el número de fundaciones donantes en España es muy inferior, infinitamente inferior a lo que es en otros países, las fuentes de financiación para un proyecto, para una fundación operativa son pocas, y con lo que estamos viviendo hoy en día, serán menos. La situación es dramática, es dura, es muy difícil. Entonces, es todavía más importante que nunca antes que las iniciativas, en la medida de lo posible, desarrollen un producto, un servicio, algo que les dé un poquito de oxígeno, porque es la manera de salvar su misión social a largo plazo. Es difícil, ideológicamente no siempre es un movimiento natural, pero nosotras hemos ido testeando y ha dado muy buenos resultados.
Y decía que no estaba siempre de acuerdo con el cambio de escala…
Cambio de escala: sí y no. Depende. Yo he visto proyectos maravillosos morir en el intento de un cambio de escala. Eso, ¿de verdad nos merece la pena cuando un proyecto ha tardado 5-10 años en llegar donde está y está siendo estructurante a su escala? ¿De verdad el único camino para esa transición es que crezca, crezca y crezca? Pues no siempre lo es, y eso también es algo que hay que defender y explicar, tanto en el mundo de las donaciones como en el mundo de las inversiones. No siempre el cambio de escala de un proyecto es un camino de éxito. A veces, el camino de éxito para esa transición sistémica es que, entre varios, entre todos, estemos cubriendo, por ejemplo, el campo de la distribución alimentaria de una producción agroecológica local.
La autosostenibilidad de los proyectos sociales es difícil, ideológicamente no siempre es un movimiento natural, pero es necesaria
¿Cuál es el papel de la Asociación Española de Fundaciones, de la que ahora forma parte del equipo directivo, en este objetivo de unir al sector?
Creo que juega un papel muy importante en unir el sector. Es una entidad que está poniendo en marcha toda una serie de grupos de trabajo que permiten a las fundaciones unirse por temática, dentro de toda la diversidad que tienen las fundaciones: algunas son pequeñas operativas, otras son grandes donantes, otras son mezclas de las dos cosas, algunas son regionales, algunas… pero eso permite que se conozcan y conecten y empiecen a intercambiar, empiecen a compartir. En ese aspecto creo que está funcionando bien. Y luego, la Asociación Española de Fundaciones, está impulsando innovaciones. Este año, con la nueva Junta, pusimos en marcha varias comisiones desde las que estamos impulsando cosas importantes: hemos empezado a trabajar en profundidad la teoría de cambio de la Asociación Española de Fundaciones, hemos integrado la Coalición Filantrópica por el Clima, que es un ejemplo de trabajo conjunto, colectivo, cooperativo y muy interesante.
Precisamente queríamos profundizar sobre el Pacto de Fundaciones por el Clima…
Frente a la emergencia climática y de justicia social dijimos, bueno, nuestro sector tendrá que movilizarse, tendremos que hacer algo, así que vamos a pensar. Nos pusimos a trabajar con 40 fundaciones, de manera cooperativa, y redactamos un pacto, el Pacto de Fundaciones por el Clima, que ahora mismo estamos promoviendo para que las fundaciones lo firmen -ya tenemos casi un centenar de fundaciones comprometidas-. Y, la segunda fase, que empieza en breve, es una fase que tiene que ver con grupos de trabajo por pilar. Esa transición hacia una fundación que cumple con los objetivos de la agenda 2030 es una transformación que no es tan fácil de hacer solos, pero si la hacemos todos juntos y la hacemos apoyándonos en las fundaciones que mejor conocen cada una de estas temáticas, que son 7, lo conseguiremos y, además, lo haremos bien, lo haremos de una manera que podamos documentar y nos lo pasaremos bien, estaremos disfrutando de este camino. La misión de esta coalición es facilitar, allanar el camino para que las fundaciones se puedan transformar rápidamente y seamos un motor ejemplar en materia de complimiento con la agenda 2030.
Para cerrar… ¿qué se debería hacer para que realmente la sociedad de mañana genere proyectos de impacto social y no reaccione solo a problemáticas concretas?
Es una gran pregunta. La parte esencial del problema de que se generen proyectos a corto plazo creo que está muy vinculado con el hecho de que hay pocas instituciones en nuestro mundo que velen, o que tengan la capacidad de trabajar con un horizonte de tiempo muy largo, que estén exentas de la volatilidad electoral, que se puedan dedicar a una causa durante 40 años. Y, en frente de esa realidad técnica, están las realidades sociales, las problemáticas o los retos grandes, que son estructurales o coyunturales, pero que ellos sí que son permanentes y de muy largo plazo, y se resuelven con trabajo de poco a poco, requieren constancia. Entonces, la pregunta que me haces tiene que ver con cómo aseguramos, por ejemplo, en la temática de justicia intergeneracional, ¿cómo aseguramos que podamos trabajar a muy largo plazo? Pues creo una vez más que integrando sectores, entidades que sí tienen esa capacidad, como el sector fundacional que trabaja a pequeña escala, trabaja muchas veces de modo asistencial, pero trabaja como un faro, siendo como un testigo de muchos años, muchas décadas en un mismo lugar, y ve evolucionar las cosas. Ya solo en ese aspecto, es algo muy interesante, muy importante de integrar en las reflexiones. Debería de poder tener voz y compartir sus aprendizajes del pasado a la hora de diseñar políticas públicas, de diseñar políticas multisectoriales.