Javi Creus (Ideas for Change): «Los datos son la energía del siglo XXI, la producimos los ciudadanos y tenemos derecho a gestionarla».

Javi_Creus_Ideas for Change

Javi Creus está considerado como uno de los principales estrategas y líderes de opinión en el ámbito de la economía colaborativa, los modelos abiertos de negocio P2P, la innovación ciudadana y la sociedad red. Es fundador de la consultoría pionera de innovación de impacto Ideas for Change y creador del proyecto @Pentagrowth, metodología de las cinco palancas de crecimiento exponencial de las organizaciones. Anteriormente trabajó en el mundo de la publicidad como planner estratégico y ha sido profesor de marketing en ESADE. Actualmente es consejero de OuiShare y secretario de la Open Knowledge Foundation en España. Es co-autor del libro «No somos hormigas: Un libro sobre nosotros, los humanos».

Método Pentagrowth

Eres el creador del método Pentagrowth en el que se definen 5 palancas de crecimiento exponencial de las organizaciones. ¿Para qué necesitan las compañías con impacto un método como este?

Lo necesitan porque todos somos conscientes y observadores de que en todos los campos vemos cómo se hace más con menos y mejor. ¿Cómo se hace esto? Esto se hace adelantándote al futuro, descontando las innovaciones tecnológicas y sociales que puedan venir, se hace pensando en sistema y creciendo no con tus propias fuerzas si no con la fuerza de todo el sistema. 

Se hace integrando las capacidades de los ciudadanos, los ciudadanos somos el tercer agente de la realidad, somos capaces de escribir la Wikipedia, somos capaces de generar datos sobre las cosas que nos interesan, somos capaces de juntarnos en una cooperativa para resucitar una línea de tren Burdeos-Lyon. Desde el futuro, visión sistémica, capacidades ciudadanas. Si quieres multiplicar tu impacto, estos tres factores te ayudan.

«Los datos son la energía del siglo XXI»

¿Por qué crecimiento exponencial y no decrecimiento para frenar la crisis climática?

Yo creo que estamos hablando de cosas diferentes. Es decir, cuando hablamos de crecimiento solo hablamos del P.I.B., si miramos el valor se abre una perspectiva mucho más nueva en el sentido de que tú lavas la ropa y la secas al sol y no aumenta pero pones la secadora y sí que aumenta. Con lo cual, crecimiento o decrecimiento son unos ejes que probablemente cambiarán en el futuro.

Pero, por otro lado, lo que tenemos claro es que es que hay un punto donde no es incompatible, es decir, que si tú metes más bits y menos átomos en la ecuación -y el conocimiento viaja muy bien, pero los materiales ya vemos que cuesta más que viajen de un lugar a otro- me parece que podemos conseguir las dos cosas a la vez. 

Y en concreto, creo que hay dos grandes revoluciones ahora en las que nos jugamos de alguna manera el diseño del mundo que viene. Una es la de la energía: en el momento en que tengamos la energía distribuída y generada de manera autónoma -pensemos, por ejemplo, que la energía renovable en Alemania la mitad no pertenece ni a empresas ni a instituciones, pertenece a los ciudadanos.

Y la segunda revolución sobre los datos, que son la energía del siglo XXI. Si los ciudadanos, o como sociedad, somos capaces de emplear la energía de los datos para cosas que valgan la pena, habremos avanzado mucho también.

En Ideas for Change detectáis y potenciáis los recursos ocultos de las organizaciones para superar los retos que se les presentan. ¿Qué tipo de recursos suelen ser estos?

Lo más interesante cuando hacemos este trabajo con organizaciones es cambiar el punto de vista. Las cosas valen o no valen no en función de lo que esté escrito en el balance sino de si sirven o no sirven.

¿Qué nos encontramos en las organizaciones? Que cuando miran lo que tienen -no desde el punto de vista del modelo de negocio actual, sino de los modelos de negocio futuros- hay cosas que hoy no tienen valor pero en ese contexto nuevo tienen mucho. Por ejemplo, datos que hoy son indescifrables -si los tratas como un ingrediente mezclados con otros- te pueden ayudar a mejorar,  activos que hoy tienes desocupados – si los integras en un nuevo modelo de negocio- tiene un coste cero, capacidades de la gente: directamente desconocidas. Estamos en las organizaciones cambiando administrativos por algoritmos pero no sabemos que, igual, alguno de estos administrativos es un líder en YouTube y estamos fichando Community Managers por otro lado. Hay herramientas que tenemos secuestradas. Herramientas y procesos que permitirían que otros construyan su negocio encima de nosotro y que tenemos atrapadas dentro de la empresa o conocimiento que tenemos guardado en un cajón y caduca y que serviría más compartido con una comunidad.

Cuando cambias el punto de vista y el punto de vista de su capacidad de contribución al futuro, valoras los activos de manera diferente a cómo los valoras en la situación actual.

«El futuro tiene varias propiedades: es convergente, abierto y energizante.»

Innovación

Ayudáis a las organizaciones a activar la innovación de impacto y a contribuir al cambio social. ¿Cuáles son las principales dificultades que os encontráis a la hora de aplicar vuestra metodología?

A nosotros nos gusta trabajar con la gente con grupos de veinte, cuarenta personas. No necesariamente el top level, segundo o tercer nivel de las organizaciones más jóvenes que la proporción directivos, más mujeres que la proporción directiva.

Lo más difícil es que las personas, no una a una que siempre están muy ilusionadas, sino que la organización provea esa cápsula de libertad, de dedicación semanal o de reunirnos a trabajar juntos y que eso se respete. Lo complicado es realmente el compromiso, porque la innovación, lo que requiere y la innovación hecha desde dentro aún con estímulos externos, lo que requiere dedicación. Y esto es lo más importante. Una vez has conseguido el compromiso a la hora de arrancar, sí que hay ciertas barreras y la primera barrera es no saber cambiar de mentalidad.

El futuro tiene varias propiedades. Una es que el futuro es convergente: gente, departamentos, empresas de un sistema muy diferente ven que en el futuro convergen. Otra propiedad es que está abierto y lo que hoy parece un obstáculo insalvable, visto desde el futuro, a veces se queda en una anécdota. Por ejemplo: cambió la ley o cambiaron a este director a esta directora. Y tiene otra propiedad: es energizante. Es decir, no hay nada peor que una sociedad sin futuro o una persona que piense que no lo tiene. Cuando consigues romper este molde y activar a la gente, la energía es desbordante.

¿Cuál es la manera de conseguir que las administraciones y los gobiernos lleven a cabo políticas de innovación social? ¿Cuáles son las claves para su implementación y su continuidad en el tiempo?

Yo creo que necesitamos mejores sistemas, no mejores administraciones ni mejores corporaciones: mejores sistemas. Es decir, hoy es muy difícil pensar en la energía sin pensar en la vivienda, sin pensar en la movilidad. O hemos visto en la pandemia como la escuela está muy preparada. Si los alumnos van a la escuela y entonces hay maestros, pupitres, tizas, lo que haga falta, pero si se quedan en casa, hacen falta otros que lleven el ordenador, que lleven la conectividad, que lleven un adulto que supervise el aprendizaje.

Necesitamos mejores sistemas y en estos sistemas me gusta pensar que vamos a un futuro a tres. No este debate público-privado, sino: público, privado y ciudadanos. Los ciudadanos emergen como una categoría activa, capaz, propietaria de la energía: propietaria de sus datos. Y en este sentido, me parece que nos conviene que la Administración mire a los ciudadanos como socios, no como administrados, no como pacientes, no como pagadores de impuestos, sino como socios en una especie de alianza cívico-pública que pueda hacer frente al poder natural que están acumulando las corporaciones.

«La emprendeduría, sobre todo en los casos de éxito, es un acto colectivo.»

¿Cómo fomentar la innovación social en los barrios y desde los barrios?

A mí me interesa mucho la idea del emprendedor y yo lo he sido, pero creo que también hemos de ser conscientes de que la emprendeduría, en los casos sobre todo de éxito, es un acto colectivo. Es decir, es muy difícil que una persona sola cambie un sistema, que cambie una realidad y, en ese sentido, es un acto colectivo.A mí me interesa mucho la idea del emprendedor y yo lo he sido, pero creo que también hemos de ser conscientes de que la emprendeduría, en los casos sobre todo de éxito, es un acto colectivo. Es decir, es muy difícil que una persona sola cambie un sistema, que cambie una realidad y, en ese sentido, por eso es un acto colectivo.

También me parece muy difícil exigirle a todo el mundo que quiere ser activo en la dimensión social, que tenga la idea o ideas de oro. Las incubadoras son muchas, pero la mayoría mueren al cabo unos pocos años. A mí me parece que si de verdad queremos que la innovación social sea permeable, quizás tendríamos que preocuparnos más en modelizar y replicar aquello que ya funciona, porque lo que funciona son fórmulas y la fórmula de Uber es la misma, la que la de Cabify y es la misma de los ciudadanos que se organizan por Facebook para compartir viajes. Es llevar la fórmula, más que intentar desarrollar a gente que tenga ideas, a gente que tenga las capacidades para poner ideas en marcha. Y me parece que, de crear esta masa, y de crear este gimnasio del activismo social, tendremos gente que después de tener una experiencia, pueda tener una gran idea.

Teniendo en cuenta tu experiencia en la creación del neuvo grado de ESADE, característicamente disruptivo, ¿cómo se consigue que las grandes instituciones educativas se transformen? ¿Cómo podríamos activar un cambio de paradigma de la edicación desde abajo?

Es más fácil modificar el aprendizaje que la educación. Es decir, porque lo que está claro es que nosotros aprendemos diferente y la gente que viene detrás aprende aún más. ¿Sería posible transformar la educación desde abajo y no ver igual? ¿Es más fácil modificar el aprendizaje que la educación? Los niños aprenden inglés viendo películas en Netflix subtituladas en inglés. Aunque la clase de inglés no cambie, el aprendizaje ha cambiado.

Lo segundo, cuando te enfrentas al cambio disruptivo de una institución es como manejar un portaaviones. Tú no puedes dar un giro de noventa grados porque la estructura no lo aguanta. Entonces, ¿qué puedes hacer con una gran institución? Puedes hacer un poco el ejercicio que hicimos con ESADE y dices: oye, yo no puedo ayudarte a mirar todo el portaaviones, pero lo que sí podemos hacer es crear desde cero algo que incorpore los nuevos valores de la educación. El aprender por proyectos, que tu currículum sea un portafolio de cosas que has hecho validadas y una red de relaciones, el aprender a diseñar, el aunar tecnología, filosofía y management. Esto sí que puedes hacerlo. Y cuando tú creas al lado del árbol principal, plantas un arbolito que crece más rápido y más verde.

Lo que hace el sistema general es reorientar su mirada. Porque a caballo ganador todo el mundo se apunta y al final lo que consigues es virar el portaaviones 15 grados por atracción de lo que es disruptivo, de lo que envía una señal diferente, de lo que tiene otra respuesta dentro del mercado. Y todos sabemos que un sistema crece, un sistema evoluciona en la dirección en la que investiga. Entonces, si es capaz de cambiar el punto de vista, aquello que interesa al sistema, él solo irá cogiendo dirección.

Metaverso y big data

El metaverso, en el que podemos ser la versión que queramos de nosotros mismos, puede ser una amenaza o una oprtunidad para el impacto, el liderazgo colectivo y la democracia?

Lo más probable es que, como todo, acabe siendo todo a la vez. Ahora bien, sí que hay dos reflexiones sobre el metaverso que me parece que son trascendentes. La primera es si ya hemos visto cómo transforma nuestras vidas la atención. Simplemente la atención mediada por una pantalla con todo lo artificial, artificioso, que pudiera tener. Y hemos visto cómo se puede controlar por acumulación de datos, nuestros comportamientos comerciales, pero también nuestros comportamientos políticos o sociales. Pensemos en lo que puede pasar cuando el sujeto no sea la atención, sino que sea la presencia, la auténtica presencia, lo más parecido a la presencia.

Cualquiera que haya probado realidad virtual avanzada con vista, con oído y con tacto -siguen faltando dos sentidos fundamentales como el olfato y el gusto -pero, realmente vas más allá de la atención, estás realmente presente, puedes interactuar y tal. Y esto nos plantea dos debates que creo que son importantes: el primero es la relación con el cuerpo. Es decir, vivimos para lo bueno y para lo malo, encerrados en un cuerpo que dice mucho de ti y sabemos que todos tenemos prejuicios de género, de raza, de estatura o de simetría, por un lado, y no sabemos si la buena vida consiste en escapar de tu cuerpo o aceptar tu cuerpo o cultivar tu cuerpo, pero nos permite un continuo diferente.

Y la otra cosa que yo creo que nos tenía que hacer reflexionar es que, nos guste o no, la mayoría de los humanos en este planeta no tiene lo que Dixon llama el privilegio de realidad. Nosotros tenemos la suerte de salir a la calle y que la calle el aire sea respirable y que no haya violencia. Tenemos la suerte de estar en esta habitación con luz real. Ahora bien, en la medida en que tu cuerpo no sea adecuado para la sociedad en la que vives, en la medida en que la realidad que te rodea no es más atractiva que la realidad alternativa, me parece que podemos esperar, sobre todo en las nuevas generaciones, que mucha gente pase mucho tiempo y que delegue o ejecuten muchas de las funciones básicas para su existencia en un universo alternativo, donde está más a gusto en su ser, está más a gusto en su contexto y tiene más oportunidades independientemente de su situación física.

«Tenemos derecho a gestionar los datos con aquellos fines individuales o colectivos que más nos convengan.»

Por lo que respecta a los datos, comentabas en un artículo que «su propiedad, gobernanza y gestión determinará en gran medida cómo esta nueva ola de tecnología contribuirá a acelerar o ralentizar la emergencia climática y social actual». ¿Qué esfurzos regulatorios se están haciendo en este sentido?

Los datos son la energía del siglo XXI y es una energía que producimos los ciudadanos. Es decir, tenemos todo el derecho a gestionarla con aquellos fines legítimos, individuales y colectivos que más nos convengan y, de momento, no hemos sabido capturarlo.

La regulación, tanto a nivel europeo como a nivel español, va en este sentido. contrastada con la regulación americana que favorece a las organizaciones comerciales, China están variando, están introduciendo nuevos derechos, pero hay un cierto control social también derivado de los centros de los datos. Lo que necesitamos es poner a los ciudadanos en el puesto del conductor de la revolución de los datos. Y somos muchos los en el mundo. Estamos atentos a nuevas instituciones sociales para el gobierno colectivo de los datos:  Data Trust (fundaciones de datos), Data cooperatives (cooperativas de datos). Diversas, fórmulas legales que, más allá de lo que proponen las leyes, permiten que los ciudadanos nos organicemos para gestionar nuestros datos para aquellos fines que interesan.

En el ámbito digital, creo que también hay que destacar que las leyes no se enuncian: las leyes se instrumentan. En el ámbito digital, si tú das un derecho y pero no das el botón con el cual ejercer ese derecho, estamos viviendo en un limbo. Todos los ciudadanos tenemos derecho, por ejemplo, a tener una copia digital replicable en formatos estandarizado de nuestro historial clínico. Estará el 1 de junio en Cataluña, pero ha costado cinco años de luchas.

¿Quién está manejando nuestros datos?

Hay varias cosas aquí. Primero, empieza a haber varias sentencias en EE.UU que obligan a destruir algoritmos fabricados con datos ilegítimos, yo diría que es la solución última, ¿no? Y ya la tenemos. Mientras, todos sabemos que un dato es replicable y en ese sentido es muy difícil evitar.

Ahora, lo que sí podemos hacer los ciudadanos es generar abundancia de datos allá donde nos interesa. Igual no seremos capaces de cortar en seco la provisión de datos a otros que nos interesan menos o igual seremos incapaces de evitar que exploten los datos que ya tuvieran el día que consigamos cortar. Ahora bien, lo que sabemos es que podemos ecualizar y que ahora mismo la concentración de datos está en gente que puede tener la tentación del control comercial o puede tener la tentación del control social. Si creamos abundancia de datos para gente que tenga otro tipo de objetivos que nos interese más, al menos estamos ecualizando las fuerzas.

«Todos los algoritmos públicos deberían ser excrutables y analizables por un comité ético y sus fines vigilados por los ciudadanos.»

¿En qué posición deja esto a los ciudadanos?

Nosotros somos los productores de datos. Es decir, por ejemplo, hacemos muchas cosas de ciencia ciudadana. Plaza del Sol en Barcelona: los vecinos llevaban veinte años quejándose del ruido. Tres meses de trabajo con los ciudadanos con sensores instalados por ellos, montados por ellos, calibrados por ellos, seis semanas de medición y un informe. Una reunión de una hora con el Ayuntamiento: horario de basura cambiado de las 4 a las 12 h, se recogen las latas a mano en vez de a máquina y dejan la plaza regada. Al cabo de seis meses tienes jardineras en el acceso a la plaza y, al cabo nueve, carteles en cuatro idiomas porque los que beben cerveza no hablan solo catalán. Al cabo de un año: sensores oficiales del propio Ayuntamiento. Y este, es el poder de los datos en mano de los ciudadanos.

Los algoritmos toman decisiones por nosotros. ¿nos ayudan a obtener los contenidos que nos complacen o hacen que, paradójicamente, nuestro mundo sea cada vez más pequeño pese a que estamos cada vez más conectados y mayor acceso a la información tenemos?

Yo creo que la palabra clave es pasado. Es decir, los algoritmos lo que hacen es acelerar el pasado. Trabajan con él, lo sistematizan y lo automatizan de alguna manera. ¿Qué quiere decir esto? Que si la mayor capacidad humana es cambiar y para empezar, cambiarse a uno mismo, te estás privando esta posibilidad.

Puedes acabar viviendo como un hámster dando vueltas en la rueda de tus propios datos. En ese sentido, yo creo que los algoritmos nos pueden ayudar con muchas cosas, preferiblemente en aquellas que no queremos que cambien, preferiblemente aquellas sobre las cuales tenemos suficiente conocimiento como para automatizar. Pero creo que en otras -y me parece que estamos todos de acuerdo- hacen falta humanos en el bucle. Hace falta momentos en que los ciudadanos, a través de la inteligencia colectiva, seamos capaces de valorar si los fines y los procesos del algoritmo sirven al propósito que queremos o no.

¿Cómo puede controlar el ciudadano esos algoritmos o a quien los controla?

Ahí es donde tenemos que inventar de nuevo. Es decir, se están creando en España. En SEDIA (Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial) se está creando una institución y los primeros los algoritmos públicos. Y hay un conflicto entre FIBIO y la administración, por ejemplo, porque piden ver el algoritmo que reparte el bono social energético. Pues la Administración se ha negado diciendo que era un encargo de una empresa privada. Pues yo creo que esto es intolerable, que todos los algoritmos públicos deberían ser escrutables, analizables por un comité ético y sus fines, vigilados por los ciudadanos.

Los algoritmos privados creo que es la conversación que viene. Es decir, cuando algo afecta tu vida mucho más que las señales de circulación -para entendernos- y tiene más poder sobre las opciones de vida que se te plantean. Me parece que en algún momento tendremos, en esta alianza público-cívica, que examinar cómo funcionan esos algoritmos.

En este partenariado entre administraciones públicas y ciudadanos. Me parece que la aparición de la blockchain abre un horizonte nuevo. En el sentido que nos permite reorganizar sistemas definiendo lo que es valor. Antes hablábamos de valor. A mí me interesa, por ejemplo, mucho esta startup barcelonesa Plastiks.io, que ha dotado de valor a una tonelada métricas de plástico reciclado. Y cuando tú eres capaz de juntar toda la energía en un token que equivale a una tonelada de plástico reciclado, te permite hacer muchas cosas.

Es esta convergencia de todo el sistema, que permite que si una empresa, tiene la obligación de reciclar plástico pueda comprar el token y demostrar que lo hizo. Pero permite también que los 20 millones de personas que viven de recoger el plástico en la economía informal en el mundo, puedan ser trazadas, formalizadas y pagadas de forma correcta. Y me parece que en esta nueva configuración sistémica de alianzas, de fuerzas, la promesa de la blockchain, la promesa de un token que es capaz de ejemplificar un valor -que en la realidad contable sería muy difícil de tener- y que lo hace traspasable con garantías y lo que hace divisible en unidades y lo hace contribuible en la medida en que cada uno que aporta puede añadir una capa de valor, me parece una esperanza a mirar.

¡Únete a la Impact Community!