Hay encuentros y momentos que te cambian la vida e, incluso, la manera de enfrentar tu propósito laboral. Esto lo saben bien Eneko Knörr, fundador de AngelClub.es, e Iker Marcaide, fundador de Zubi Labs. «Yo vivía en Silicon Valley y un día me encontré con un emprendedor sevillano que iba a trasladarse allí y me pregunta que yo a qué me dedicaba. Yo me dedico a hacer software para juegos, le digo. ¿Y tú? Mi startup tiene un test para detectar el cáncer en la sangre. Después de esa respuesta empecé a replantearme qué estaba haciendo con mi vida», explica Knörr. «Un momento de vida, el nacimiento de mi hijo, hizo que dejara la empresa que tenía en Boston y volviera definitivamente a Valencia. Después de un tiempo de reflexión, entendí que yo me sentía como emprendedor y me lancé a la aventura. Pero el inicio fue poco visionario, casi yendo a las necesidades en primera persona, ya que decidimos montar un colegio al no encontrar ninguno que encajara con lo que yo quería para mi hijo», recuerda Marcaide.
Estos momentos marcaron el inicio de una interesante carrera profesional vinculada al emprendimiento y la inversión de impacto para ambos. «El tiempo que dedicas a emprender, que es durísimo, si además de construir una startup de éxito puedes ayudar a cambiar el mundo, mejor». Realmente creo que se pueden hacer cosas muy motivadoras, tanto desde el punto de vista del emprendedor como del inversor?, remarcan durante su intervención en el Foro de Inversión del VI S2B Impact Forum.
Eneko Knörr, empezó en el mundo de la tecnología hace 20 años y montó una startup que tuvo mucho éxito. «La vendí en 2007 y ahí es donde empecé a invertir en startups, y cada vez más estoy involucrado en startups de impacto, sobre todo vinculadas al mundo de la energía, el mundo solar y la tecnología para absorber el CO2″.
En el caso de Iker Marcaide, la aventura del colegio, que tenía una parte de personalización de la educación y fomento de la autonomía con la intención de hacer mucho más eficiente la inversión y los resultados que se obtenían, continuó intentando ampliarlo hasta los 18 años. Buscando un terreno encontraron un «sitio fantástico, solo que era 10 veces más grande de lo que necesitábamos». «Entonces empezamos a ver quién podría desarrollar el área residencial para poder vivir cerca del colegio, pero nos costó mucho encontrar a alguien que compartiera los mismos valores de sostenibilidad. Al final compramos nosotros el suelo, que son 30 hectáreas, un suelo que iba a ser un barrio para 5.000 personas y así es como nace el barrio La Pinada. Y después de eso pensamos en crear empresas que pudieran dar servicio a nuestro ecobarrio», explica Marcaide.
El fundador de Zubi Lab recuerda como en ese momento tomó forma realmente la firma que había creado un tiempo antes. «Zubi Lab es una especie de venture builder con foco en impacto. Partimos del reto social y ambiental, la oportunidad de negocio que pensamos que puede solucionarlo, trabajamos la idea, después vinculamos un equipo que esté alineado a nivel personal con esta misión de la empresa, les pagamos un sueldo desde el principio, financiamos estos equipos para validar la idea, y después estas empresas, cuando van a escalar, suman otros coinversores».
En ese concepto, el de coinversor, es donde surgen a veces algunas dudas. ¿Se suman inversores no vinculados al impacto a proyectos de impacto? «Al final depende del carácter del inversor. Habrá respuestas para todo. Nosotros al final buscamos rentabilidades de mercado y eso puede atraer a cualquier tipo de inversor, pero, evidentemente, aquellos que solo busquen rentabilidades altas no saldrán satisfechos de nuestros proyectos», asegura Marcaide. Por su parte, Knörr, recuerda que «en el mundo startup hay que saber elegir a los inversores. Lamentablemente pocos pueden elegir entre un montón de ofertas de inversores, pero es importante aliarse con aquellos que entiendan nuestro proyecto». «Bastante difícil es montar una empresa, como para cargártela porque haya rollos entre socios e inversores», remarca Marcaide.